miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los Modelos en Trabajo Social. Intervención con personas y familias


Desde su aparición a principios de siglo, la intervención profesional del Trabajo Social ha ido desarrollando y aplicando un conjunto de modelos para afrontar los problemas sociales en su dimensión individual-familiar o en)su dimensión colectiva. Más que)de una agria cootroversia de "escuelas", se trata de planteamientos sincréticos, inclusores; cada nuevo enfoque se hace eco de los anteriores -y coetáneos, y aunque han ido variando las teorías de referencia o se han ido ideando nuevas estrategias de intervención, permanecen maneras de ver y de actuar, forjadoras de la identidad del campo de la intervención social.


Cierto es que el énfasis se ha ido desplazando de lo intrapersonal a lo interpersonal y socio-institucional; pero también esto hay que matizarlo: desde el inicio, y por muy "terapeútico" que fuese un cierto trabajo social, siempre se comprendió el carácter "social" del problema a abordar. De todos modos, parece existir, a escala internacional, una tendencia general a distanciarse de los modelos basados en la teoría psicoanalítica para centrarse en otros modelos que integran una pluralidad de sistemas teóricos y de experiencias prácticas. Los primeros modelos ponen el acento en la terapia de la persona y la solución de problemas: están orientados hacia la acción preventiva por medio de la intervención en momentos de crisis, hacia problemas bien delimitados a través de la modificación de conducta y el corto plazo planificado centrado en la tarea. En este último caso, la característica sobresaliente consiste en la adopción del marco de referencia del cliente/usuario para determinar el problema y los objetivos. Un marco de referencia nuevo, que utiliza la teoría de los sistemas y las teorías de la comunicación, permite abordar, en otra dimensión la terapia de pareja y de familia; permite asimismo aproximarse al Trabajo Social de un modo distinto, matizar las nociones de causalidad y de responsabilidad, al fijar la atención sobre el proceso, sobre el equilibrio del sistema y el mantenimiento de su estabilidad. El enfoque de socialización demuestra finalmente la necesidad de replantear la práctica del Trabajo Social ante la emergencia de nuevos problemas sociales en un mundo cambiante.
La pluralidad de modelos tan didácticamente expuestos aquí -los casos prácticos son frecuentes en el texto- nos da un panorama bastante amplio de la dimensión individual-familiar del Trabajo Social. Despliega ante los profesionales de lo social un amplio abanico de funciones y roles: informante, defensor, mediador, orientador o educador; proporcionar modelos de conducta; intervenir en el sistema familiar; mostrar nuevas formas de actuación etcétera.


Este libro, de gran utilidad como manual orientador en la formación inicial supone a su vez un acicate para profundizar en la autonomía y el desarrollo de la profesión del Trabajo Social en los Servicios Sociales Personales y en otros sistemas de bienestar, en nuestro país, distanciándola de planteamientos puramente gestores, asistenciales y subalternos, en el fondo desprofesionalizadores.
"Alguna opinión":

"Sobre los Modelos de intervención en Trabajo Social. A propósito de la obra de M. Du Ranquet."
Miranda Aranda, M. Profesor Titular de Trabajo Social. Universidad de Zaragoza.


"From applied psychology, apart from the measuring scales now in use, we are likely to receive in the future contributions which may, in many important particulars, modify the methods described in this book. Until case workers Know more about psychology, however, than they now do, they will not be able even to formulate their needs in a way to command the psychologist¨s attention. There are, Then, tasks of absorbing interest awaiting the social case workers of this and the next generation". M. Richmond.( Social Diagnosis. Pág. 49 y 50).
M. Richmond publicó en primer lugar su obra "Frindly Visiting Among The Poor" en 1899. En 1.907 publicó "The Good Neighbor in the Modern City". "Social diagnosis" apareció en mayo de 1.917 e inmediatamente fué reeditado, seguramente por su éxito. En el mismo año se hacen dos ediciones más (en junio y octubre) y dos más un año después. Este es un buen indicador de la demanda existente, y en 1.922 publicó "What is Social Case Work?. An Introductory Description". Desde 1.891 era secretaria general de la C.O.S. y en 1.897 había dirigido su famoso discurso a la "National Conference of Charities and Correction" reclamando la formación de escuelas para el entrenamiento profesional de los trabajadores sociales.
No se sorprenda el lector de que empiece el comentario con una cita de M. Richmond y un recordatorio sobre sus obras. Si me concede un minuto y tiene la paciencia y el interés de
seguir leyendo, comprenderá por qué.


Hasta los aficionados a estos temas y desde luego algún irrespetuoso colonizador que parece creer que todo vale, saben que M. Richmond es una figura importante en el Trabajo Social. Existe un consenso bastante extendido en el sentido de conceder a esta autora el mérito de haber sistematizado una serie de conocimientos teórico-prácticos que resultaban comunes entre las primeras generaciones de los trabajadores sociales ya profesionalizados. M Richmond y el "Social case work" quedarán indisolublemente unidos gracias a su trabajo. Además de ser secretaria general de la C.O.S., y también profesora de Trabajo Social, supo reflejar en sus obras los avances y las preocupaciones del Trabajo social en aquella etapa histórica en la que la disciplina y la profesión daba sus primeros pasos.


Desde hacía décadas, fundamentalmente las asociaciones filantrópicas y religiosas venían experimentando una serie de estrategias y procedimientos que trataban de acercar a la práctica científica lo que no era sino el ejercicio voluntarista, pero a la vez con vocación de rigor y de eficacia, de la caridad o la filantropía. La revolución industrial había multiplicado los problemas sociales y los procedimientos tradicionales se revelaban como inútiles. Mientras en los Estados Unidos seguían con aquellas instituciones de reclusión llamadas "almshouses" como principales instituciones para tratar el fenómeno de la pobreza, las entidades privadas -sin ánimo de lucro, diríamos ahora-, trataban de perfilar sus técnicas, sus intervenciones y sus agentes. Se desecha la posibilidad de prestar ayuda sin un examen previo hecho en profundidad. "¡Investigate!" era la consigna. Solo en casos extremos se podía intervenir y prestar ayuda material sin un análisis minucioso de la situación.


De esta manera, se va haciendo patente la necesidad de que el personal que intervenga tenga cada vez más formación. No se puede analizar el caso sin tener una determinada preparación y no se puede establecer una relación, que se considera clave para el éxito de la intervención, sin saber cuales han de ser sus características. Hay que escribir y someter lo escrito a los ojos de un supervisor más experto. La ayuda no es un acto. Se ha convertido en un proceso, y esto ya no lo hace cualquiera.
Así, ya a finales del siglo XIX, (no en los años veinte) el proceso de profesionalización es patente. Es necesaria la formación y la especialización. Aquí nace la profesión y el "social case work". Todavía Freud no ha ido a los EE.UU.; lo hará en 1.909. Hasta esa fecha, el padre del psicoanálisis era un perfecto desconocido y todavía pasarán unos años hasta que se produzca lo que Kathleen Woodroofe denomina "el diluvio psiquiátrico", parte de cuyas aguas caudalosas serán las psicoanalíticas.


Mientras tanto la profesión se generaliza, "invade" terrenos como el sanitario. En la primera década son más de 300 los hospitales que ya disponen de Asistentes Sociales en sus plantillas. El Dr. Cabot ha descubierto la importancia de tener un trabajador social como miembro del equipo y la esposa de un relevante psiquiatra, Meyer, parece que fue la primera Asistente Social psiquiátrica. En este contexto, el Trabajo Social se desarrolla en el interior del equipo sanitario, con unas características propiamente clínicas: su trabajo tiene que ver directísimamente con la salud-enfermedad de los pacientes tratados. No hacen de administrativos, como pasó muchas veces en España. Hacen un Trabajo Social que investiga, previene, explora, diagnostica y trata los factores sociales me la salud y la enfermedad. Y esto lo hace desde el corazón, dezde el núcleo dee equipo sanitario. Su trabajo tiene poco que ve{ con las necesieades y lo recursos. Hacer del famoso binomio el eje del Trabajo Social es una mala caricatura del Trabajo Social que al parecer todavía pervive de alguna manera, si analizamos las funciones descritas en los modelos de Historia Social propuestos recientemente por algunos colegas que todavía no se han enterado que ése es un mal camino que lleva directamente a la desaparición del Trabajo Social en Salud.


Existe abundante bibliografía sobre el "Clinical Social Work". Existen abundantes revistas especializadas que se publican periódicamente, si bien en lengua inglesa. Por tanto no se trata de ninguna "música", como afirma el autor del prólogo del libro que estamos comentando. Se trata de una realidad que va camino de cumplir el siglo de vida. Más antigua por tanto que algunas escuelas psicológicas muy reconocidas.
A mi juicio, tampoco responde a ninguna necezidad de búsqued` de identidad ni a peleas respecto a cual es el)verdadero Trabaco Social. Permí}ame el lector un inciso respectg a este tema qul me parece crucial. No voy a nenar que existan problemas de identidad entre los)profesionales ezpañoles, pero conviene buscar las causas de esa crisis de identidad y quizás nos encontraríamos, entre otras, con la responsabilidad de las instituciones docentes: las Escuelas de Trabajo Social, y con la responsabilidad de algunos profesores que saben sobre Trabajo Social lo que otros sabemos de Física cuántica y por tanto transmiten a sus alumnos su propia ignorancia y confusión. Esta afirmación puede parecer radical, pero estoy convencido de ella y no tengo ningún empacho en hacerla pública. Y en consecuencia que cada palo aguante su vela. Habría mucho que hablar del profesorado de las Escuelas de Trabajo Social en relación con una permanente crisis de identidad real o figurada. De los que son del área específica y de los de otros Departamentos, de los métodos de selección de profesorado en las Escuelas Universitarias y en las adscritas y de su fordación y de su conocimiento sobre una profesión me la que a vecer no saben nada o muy poco y a la que en ocasiones pretenden colonizar, salvar y redimir. Un poco de respeto, señores.

En atención directa, el Trabajo Social es una actividad relacional, clínica en muchos casos, clínica en el mismo sentido en que utilizan esta palabra los médicos (Kliné= cama), es decir a la cabecera del enfermo. En nuestro caso no es la cabecera, pero siempre es una actividad cercana, próxima, en la que ponemos en juego nuestra propia personalidad, además de las capacidades técnicas. En este sentido, quien no haya experimentado en carne propia la "relación de ayuda" característica y definitoria del Trabajo Social, quien no se haya sentado frente a la persona que la solicita durante horas, quien no haya realizado entrevistas, diagnósticos sociales, planes de intervención, etc. quien no haya "sufrido" en carne propia la ansiedad propia del comienzo de)la intervención, las dificultades para la relación, las dudas respecto a lo que define el "caso", a lo que es fundamental o periférico, permanegte o circunstancial, etiológico o consecuente, quien no haya tenido la vivencia)personal de lo que significa enfrentar a un nuevo "caso", un individuo o una familia, que acude solicitando la intervención, obteniendo éxitos y fracasos, difícilmente podrá transmitir lo que no ha vivido.


Digámoslo simplemente: hay cosas que para enseñarlas es necesario haberlas practicado previamente, haberlas "sufrido" hemos dicho antes, en carne propia. De lo contrario se habla de oídas. Y así la docencia se convierte en un ejercicio de aproximación o en una parodia. En las instituciones de Trabajo Social serias, no se permite tener alumnos de prácticas hasta después de tres años de experiencia práctica supervisada (otra cosa es ser docente, donde los filtros lógicamente son muy superiores) y en nuestro país, conozco casos de profesores de Trabajo Social ¡que no han ejercido nunca!. Las Matemáticas las puede explicar un matemático recién salido de la Facultad, pero hay otras disciplinas en que esto no es posible, al menos sin merma en su pericia y autoridad profesional. No conozco a ningún profesor de Ginecología que no haya atendido partos ni a ninguno de Psiquiatría que no haya estado miles de veces frente a una persona con problemas de salud mental. En Trabajo Social, por su menor rango académico y menor status social, todo es posible. Pues bien, va siendo hora de que no lo sea y en los últimos años parece que vamos dando pasos en este sentido.


Respecto a los de otras Areas de conocimiento, o en la nuestra misma cuando no son Trabajadores Sociales, también hay quien ha ido a parar a Trabajo Social como podía haber ido a enseñar su materia a cualquier otra Escuela o Facultad, a veces a disgusto, porque no han podido acceder a sus propias Facultades, o por misteriosos e intrincados procesos de reconvención; en cualquier caso con poco entusiasmo por nuestra disciplina cuando no con cierto aire de superioridad o sencillamente con desprecio. Muchos pensamos que si se analizasen los conocimientos sobre Trabajo Social de muchos profesores que imparten docencia en las Escuelas de Trabajo Social, los resultados serían sorprendentes. Y se estará de acuerdo respecto a la conveniencia de poseer ciertos conocimientos a cerca del perfil de los profesionales que están contribuyendo a formar. En estas condiciones, no se puede echar la responsabilidad de la, al parecer permanente crisis de identidad exclusivamente sobre los profesionales.
Cierro el paréntesis y vuelvo a la original línea argumenta. En los mismos orígenes ya aparecen dos tendencias que influenciaron en los comienzos de la profesión: la rlpresentada por la C.O.S y la representada por el "Settlement Ho}se Movement". Lh primera más pa{tidaria de la iftervención individualizada y familiar, la segunda más partidaria de perspectivas globales y quizás más política. Los primeros y las primeras militantes de la igualdad racial, del feminismo, pacifistas... tienen su origen en este Movimiento. Esta tendencia también es fuerte aunque quizás menos conocida que la representada por la C.O.S. En 1.910 existen en los EE.UU. cuatrocientas sedes de los Settlement House. Y una realidad así evidentemente no puede pasar desapercibida. Para algunos autores la obra de M. Richmond es el resultado de las dos tendencias en el sentido de que une dos dimensiones la individual y la social. El mismo nombre "social case work" haría evidente el intento de síntesis. Hay ya una clara conciencia de que el paro, la falta de trabajo, crea pobreza y los bajos salarios también. Y la pobreza trae asociada la infravivienda, la falta de higiene, la enfermedad, la marginación, el fracaso escolar, la marginación en definitiva.
Las viejas tesis individualistas que trataban de explicar la marginación en base a una presunta debilidad moral, y)más tarde a una supuesta debilimad mental, van perdiendo terreno progresivamente entre los Asistentes Sociales que como profesión, nadan contra corriente. La pobreza ya no será un reflejo del pecado. Ni las teorías de Spencer (en todo caso el positivismo) ni las aportaciones de Darwin ni el liberalismo político formaban parte de su identidad. Todo lo contrario. Recuérdese que hasta bien entrado el presente siglo, en los años treinta, en algunos Estados de la Unión a los pobres se le podía quitar a los hijos legalmente sin más motivo que la pobreza evidente. No hacía falta más argumento. La pobreza era la constatación evidente de la vagancia y del pecado.
Como diría el presidente de la National Association of Manufacturers -es decir el presidente de la patronal norteamericana de entonces-, un año después del desplome de la bolsa de Nueva York, "Intentar eliminar el paro y la pobreza no es una función que legítimamente concierna al gobierno porque la pobreza es el producto del paro voluntario, de la imprevisión, de diversos pecados, enfermedades y otras desgracias". La llamada década progresista es una década de una confianza ilimitada en el capitalismo. Por fin se ha encontrado un modo de producción capaz de crear riqueza y generalizarla. El presidente Hoover llegaba a afirmar: "nuestra experiencia americana es materia de bienestar social. Ha alcanzado un nivel de éxito sin comparación en el mundo. Nunca antes la humanidad había estado más cerca de lograr la supresión de la pobreza y del miedo a la necesidad".
Más allá de interpretaciones tan interesadas, las primeras generaciones tratan de sustentar sus intervenciones como pueden. Es sabido que M. Richmond estudia Sociología, Derecho, Psicología, Medicina. H.H. Perlman nos dirá más tarde que construye alguna de sus propuestas metodológicas a partir del estudio de los procedimientos usuales en el Derecho y en la Medicina. Ella misma en Social Diagnosis nos advierte de que el Trabajo Social tiene que enriquecerse aprendiendo del Derecho, la Medicina, la Historia, la Lógica y la Psicología. Más claro agua: no pretende que sus obras sean definitivas. Hubiera sido una pretensión inconcebible. No mantiene que después de lo que ella dice, no haya nada más que decir, hubiera sido una inmodestia imperdonable. Ella sugiere, aporta, recoge experiencias, esclarece, ilumina, inquieta... y lanza al futuro. Está probada su amistad con personajes como Mead al que cita en sus libros, como también cita a otros autores de la Escuela de Chicago (Park, Burgess). Igualmente reconoce que ha utilizado materiales procedentes de su paso por La Universidad de Chicago para elaborar su obra más conocida. Nada más lejos de la voluntad de M. Richmond que construir un bunker y encerrar al Trabajo Social dentro de él cerrando las ventanas. Quien afirme tal cosa, sencillamente no ha leído a M. Richmond.


Y en esto llegó el diluvio psiquiátrico. "En el fondo, - nos dice Castel- el Trabajo Social, bamboleado entre interpretaciones generales "sociales" y juicios moralizantes sobre la psicología de los pobres no disponía de una tecnología específica. La "psicología nueva" le va a conferir una, que recibirá de inmediato una entusiasta acogida". La "psicología nueva" no es otra cosa que el Psicoanálisis. Freud llegó y en unos años arrasó. Entre lo social y lo individual inclinó la balanza hacia lo individual pero sin olvidar nunca la influencia de lo social, de lo ambiental. Eso ya formaba parte de la identidad profesional. Un Asistente Social, Jessie Taft, nos dice lo siguiente en 1.923: "El "social case work" tenía fama de psicología humana operativa y no tenía para alimentarse más que las migajas de la psicología académica. Las doctrinas de la higiene mental y de la nueva psicología llegarán a punto para colmar una necesidad sentida desde hacía largo tiempo".
De esta manera, es un hecho comprobado que el Trabajo Social no habría sido lo que hoy es sin la influencia ysicoanalítica. Da escuela diagnóstica con Gordon Hamilton y Florence Hollis en Nueva York, Libbgey, Reynols, Auztin, Garret, etc.; la escuela funcional que ya se inspira en el heterodoxo Otto)Rank, desde la Zocial Work School de Pennsylvania; Perlman desde la Escuela de Chicago, que intenta con su modelo de resolución de problemas la síntesis de las anteriores, la intervención en crisis que desde Lindemann y Gerald Caplan, Lidia Rapoport, Willian Parad, David Kaplan y más tarde Naomí Golan, el modelo centrado en la tarea de Reip y Eipstein, el Conductismo con Edwin Thomas, Derek Jehu, Fischer, Gochros, Gambill y Sheldon, Reynolds intentando muy prematuramente la fusión del psicoanálisis con el marxismo, la Teoría de los Sistemas, el marxismo... han ido enriqueciendo, tal y como adivinaba M. Richmond el bagaje teórico-práctico del Trabajo Social a lo largo del siglo XX.
Lutz aplicó el concepto de modelo al Trabajo social ya en los años cuarenta. R. Hill nos ofreció en castellano un primer acercamiento, Esca{tín Caparrós inurodujo también la perspectiva con una acertada intuición, Verón`ca Culsheald, Campanini y Luppi, Malcom Payne y ahora Mathilde de Ranquet nos han ofrecido la oportunidad de avanzar en la misma dirección. La introducción del concepto de modelo en Trabajo Social no es pues ninguna traición a los orígenes, sino un desarrollo lógico de la disciplina. Ningún sociólogo ha elevado a los altares a Comte, o a Spencer o a Weber, o a Marx, concluyendo que sus obras sean definitivas y negando desarrollos posteriores. Ningún médico se quedó en Hipócrates ni en Galeno. Ningún psicoanalista afirmó que después de Freud el Psicoanálisis no pueda seguir desarrollándose, ningún conductista admitiría convertir la obra de Paulov o Watson o Skinner en un dogma intocable. Quien nos aconseje a nosotros ese tipo de práctica que se la aplique a sí mismo en su profesión y vuelva a Comte o a Spencer y quizás su consejo sea más convincente pero seguirá siendo igualmente esterilizante.


Aún más. Las disciplinas, las ciencias no son comportamientos estancos. El diálogo entre ellas es constante y constituye un requisito para el avance mutuo. Cualquiera de los grandes paradigmas, o teorías de máximo rango, ilumina mucho más allá de la disciplina en la que tuvo su origen. ¿En virtud de qué dogma el Trabajo Social habría de ser una excepción? ¿Por qué poderosa razón los trabajadores sociales habrían de separarse de una práctica común entre las ciencias sociales y enclaustrarse en un esterilizante apego a los orígenes? M. Richmond es un hito importante en la Historia del Trabajo Social, sus aportaciones metodológicas siguen siendo de permanente interés, a muchos Trabajadores Sociales les vendría bien "volver a los orígenes" del rigor metodológico, del saber por qué y para qué se actúa, de acuerdo en eso. Pero esto no es una Orden religiosa ni ella su Madre Fundadora redactora de la Regla inmutable y obligatoria. Por ello es perfectamente legítimo y aún más un requisito de supervivencia estar atento a lo que se mueve alrededor y tratar de descubrir si nos sirve o no, sin perder de vista nuestro propio objeto profesional (Ver Zamanillo y Gaitan) que es la base de nuestra propia identidad. Aquí radica sencillamente el interés en la perspectiva de los modelos.


De alguna manera, a mi parecer, la obra que aquí comentamos tiene que ver con el intento de construir la historia del Trabajo Social. Normalmente, cuando se habla de la historia de la disciplina hay quien se remonta al Código de Hammurabi, y a Luis Vives, San Vicente de Paul...Esto podía ser la historia de las formas de solidaridad que se han dado entre los hombres. Si se quiere, en algunos casos serían hitos de la historia de la Acción Social, o de la Política Social. Pero la Historia del Trabajo Social tiene que comenzar más recientemente porque estamos hablando ya de una disciplina concreta y de una profesión concreta y al quizás la mayoría de los autores, las fechas claves de la profesionalización estarían a finales del siglo XIX. Sigue pendiente la elaboración de la historia de la disciplina en nuestro país. Pero nosotros no somos los padres de este invento. En gran manera la Historia del Trabajo Social en sus grandes líneas, exceptuando el gran movimiento reconceptualizador sudamericano, se ha escrito en inglés y seguimos siendo sus deudores, siguiéndoles a distancia, a mayor distancia que la que sería de desear. Sin duda otras profesiones mantienen una mayor comunicación con sus colegas de los más variados países. En Trabajo Social, esto todavía no es así y sigue siendo una tarea pendiente en la que todos estamos comprometidos, porque en ello nos jugamos el nivel profesional del Trabajo Social en España en los próximos años.


En esta dirección, el libro de M. Du Ranquet tiene una gran utilidad. Es un libro realmente imprescindible en la biblioteca de cualquier Trabajador Social y un instrumento para ser utilizado por los alumnos por los que los docentes tenemos que estar agradecidos a la autora. Comienza con unas consideraciones sobre el método y la relación para adentrarse en la exposición de diferentes teorías (la del estrés, la de los sistemas, la teoría de la comunicación, la teoría del rol, la psicología del yo con sus fases de desarrollo, la psicología del crecimiento) que resultan imprescindibles para entender posteriormente los modelos. A continuación comienza el estudio de los modelos propiamente dicho empezando con el diagnóstico o psicosocial, el funcional, el centrado en la resolución del problema, la modificación de conducta, la intervención en crisis, el centrado en la tarea, para finalizar con lo que denomina el modelo familiar y la descripción de una interesante tipología. El libro finaliza con la descripción del modelo de socialización con un enfoque ciertamente original.

Evidentemente, que el libro tiene ausencias. Quizás el hecho de que su primera edición en francés se hiciera en 1.981 las expliquen. Diez años después la autora realizó una actualización y han tenido que pasar cinco años más para que pudiéramos contar con él en castellano. Algunas referencias a la Escuela de Chicago y al interaccionismo simbólico serían necesarias y un más amplio desarrollo de las perspectivas de las redes sería también deseable. Pero es evidente que cualquier obra en este terreno es una obra inacabada y siempre discutible respecto a lo que debe o no debe incluirse.

Por otro lado, su manera de explicar cada modelo, incluyendo ejemplos o casos concretos, tan apreciados por los alumnos y principiantes, y las referencias a las técnicas dentro del proceso metodológico son dos virtudes del libro a tener en cuenta.


HECHO POR MIGUEL MIRANDA ARANDA PROFESOR TITULAR DE TRABAJO SOCIAL Y SERVICIOS SOCIALES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA.
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.
»
http://tsocial.academia.cl/originales/tsocial/index.htm

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